
Ayer, depués de casi dos años de trabajar en la misma dependencia, y de mucho insistir, por fin me asignaron un perchero.
Ahora si podré acomodar decentemente mis chamarras y sacos, sin tener que ponerlos en el respaldo de la silla y sin que se arrastren y se ensucien con el polvo de la pared.
No cabe duda que me rayé y que soy un suertudote por tener a mi cargo tan digna y útil pieza de mobiliario de oficina.
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