Todo empieza con el sonido del despertador que zumbando
hace lo posible por sacarme del mundo de tinieblas en que
me había sumergido durante el sueño, una oscuridad tan espesa
que parece absorberlo todo, hasta el tiempo, pues tengo
la impresión de que me acabo de acostar e inmediatamente
sonó el despertador, quien como para reforzar su presencia,
inicia su segunda ronda de timbrazos y zumbidos.
Por fin, vencido por la fuerza de la costumbre, me levanto
de mi santuario-cama y me dirijo a iniciar el ritual diario
para comenzar el día. Apagar las luces nocturnas, verificar
que haya luz y gas, encender el boiler y preparar el atuendo
a usar durante el día.
En estos momentos es cuando comienzo a despertar y tomar
conciencia de mi existencia. Comienzo a sentir el frio del
ambiente y a ver los últimos momentos de la luna agonizante
ante el implcable avance de la luz diurna, que no acaba
de abrirse paso en el cielo. Mientras preparo el escualido
desayuno que me servira para cargar mis entrañas con algo
que les permita funcionar con normalidad, trato de recordar
las actividades importantes que tengo programadas para el
día, sin embargo, me doy por vencido al tercer intento fracasado,
mejor enciendo el radio y dejo que unas notas celtas me
envuelvan mientras engullo mi preparación.
La siguiente etapa consiste en una ducha que sirve para
lavar todas las fantasias y sueños acumulados durante la
noche, además de servir como estimulante para ayudar al
cuerpo a terminar de iniciar el día. Mientras el agua de
temperatura impredecible resbala por mi cuerpo, me asalta
repentinamente el recuerdo de que tengo una cita super importante
a primera hora, así que me sacudo la pereza y entro al ritmo
acelerado que es tan común en las grandes ciudades, a la
vez que es tan inútil y que suele tener consecuencias fatales
como choques, accidentes, ausentismo laboral, burn out...
Mientras me visto recuerdo la típica verborrea de mi superior:
"La presentación es importante para el trabajo, vengan bien
vestidos para dar una imagen profesional". Le maldigo, junto
con sus antepasados y toda su descendencia, a la par que
siento nostalgia por mis viejos jeans, y voy en busca de
la "ropa formal" para ir "bien vestido", ¡maldición! Esto
me tomará 10 minutos más, así que tendré que apresurarme.
Finalmente, y con el atuendo apropiado me preparo para abandonar
este espacio que sólo me sirve para mal dormir y al que
destino una parte considerable de mi ingreso. "Vaya desperdicio",
pienso mientras me acerco a la puerta para iniciar mi salida
y adentrarme en este día que la vida me tiene preparado.